Estante polvoriento, así olvidado
páginas destruidas,
libros con vida o quizás ya muertos.
cien años de soledad que ya son doscientos
y polvo y más polvo.
Se ve al Quijote
tan cuerdo que ya está nuevamente loco
y Odiseo,
pobre,
terminaron sus aventuras,
tanto tiempo,
las consumió todas.
A lo lejos se ve un viejo capitán,
sentado, ya cansado,
cuenta historias, si no me equivoco,
de cuando sus quince años.
Bastian, harto de la historia interminable,
puso final.
Frodo vendió el anillo
—jinetes negros dominan todo—
Sancho Panza se hizo profesor,
dicta clases de esperanza.
El Profeta ha muerto, otra vez.
y polvo y más polvo.
¿Dónde están los ojos que dan vida?
¿Dónde está el niño?
Helo allí: viendo la misma cuña
repetida de ayer,
repetida de siempre,
y aquel estante polvoriento, solo.
y polvo y más polvo.